El estado de ánimo se refleja en la báscula, mucha gente sometida a una presión continua acaba engordando unos cuantos kilos. Según Achim Peters, neuroendrocrinólogo, nuestro cerebro es el órgano del cuerpo que más energía consume y en situaciones de estrés su demanda de nutrientes se hace aún más fuerte.
Para aplacar su hambre el cerebro estresado puede valerse de la liberación de hormonas del estrés para conseguir un aporte inmediato de glucosa procedente de las reservas del cuerpo, y cuando no puede obtenerla de la grasa corporal acumulada exige que uno coma constantemente para darla la glucosa que pide.
Desestresar nuestras vidas. No hay nada más. Los expertos aconsejan los programas antiestrés basados en las terapias cognitivo-conductuales. Y la actividad física desde luego que también lo combate.
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