martes, 5 de marzo de 2013

LA CONSTRUCCION DE LOS ORIGENES EN LA ADOPCION

En la actualidad exite cierto consenso en torno al derecho de las personas adoptadas a conocer su historia, lo que se ha reflejado en el reconocimiento legal de su derecho a la información que sobre este tema (Ley de Adoptción Internacional de 2007). Los profesionales encargados de la formación y evaluación de quienes desean adoptar, insisten en que los futuros padres y madres deberán valorar y respetar los orígenes (Cultura del país de origen) del menor y facilitar que pueda desarrollar un sentimiento de orgullo hacia su procedencia e identidad.

Los estudios demuestran que buena parte de las familias se muestran encantadas con los progresos de sus hijos durante la primera infancia, con el inicio de la escolarización obligatoria y la preadolescencia y adolescencia, los relatos sobre problemas en la escuela y trastornos externalizantes se incrementan sustancialmente, junto a la hipótesis sobre los efectos negativos de las vivencia previas a la adopción sobre las estructuras cognitivas y psicológicas.

Según Verrier, en su lilbro "El niño adoptado: comprender la herida primaria", afirma que junto al impacto de las privaciones y carencias de la etapa preadoptiva, el paso de una familia a otra produce secuelas psicológicas que la adopción debe reparar. Apela que la ruptura del vínculo gestado durante el embarazo afecta dramaticamente las estructuras cerebrales de las personas adoptadas, aunque cuando sean adoptadas inmediatamente después del nacimiento.  Otros autores norteamericanos hablan de "sentimiento de pérdida". No obstante, no siempre quienes fueron adoptados se perciben como "abandonados". 

Si en lugar de definir a las personas adpotadas como "victimas" y de hablar de su experiencia como "abandono", se hablara de "separación" tal vez se podría facilitar la reconciliación con los orígenes. Permitirái a las personas adoptadas incorporarlo como un hecho en su relato autobiográfico y gestionar los posibles malestares derivados del mismo sin el dolor del rechazo (¿Por qué me abandonaron?) ni el deteminismo que le atribuye capacidad para incidir en su circuitos cerebrales.

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